Conquista del Peru

La Conquista del Perú (1532-1533) es el proceso histórico de anexión del Imperio inca al Imperio español. El primer contacto entre un español y un inca se dio durante el gobierno de Huayna Cápac, cuando unos chasquis (mensajeros incaicos) trajeron a un español hacia el inca, hablaron mediante señas y luego lo dejaron ir.1 Sin embargo, fue recién en 1532 que un ejército inca se topó con un ejército español, durante la guerra civil entre los dos herederos al trono inca,Huáscar y Atahualpa, hijos del recién difunto Emperador Inca, Huayna Cápac. En este encuentro, Atahualpa fue tomado preso por Francisco Pizarro y semanas después fue ejecutado. Sin embargo, la resistencia inca continuó hasta 1574.

Antecedentes
Las primeras veces que los incas vieron a los españoles fue en la época de Huayna Cápac. 2 También fue durante su gobierno, un Sapa Inca estuvo en contacto directo con un español, ya que unos chasquis trajeron al español Pedro de Candía al palacio de Huayna Cápac para que se entrevistasen. La comunicación fue a puras mímicas y lo que cuentan las crónicas fue que Candía le dijo a Huayna Cápac que él comía oro, así que el gobernador le brindó oro en polvo y lo dejó irse
Pedro de Candía se llevó consigo a uno de los chasquis a España y lo presentó al rey, luego lo trajo de vuelta al Tahuantinsuyo para que hiciera de traductor. Este inca sería conocido luego como Felipillo.1

La situación Incaica
En la época de la invasión española de América, el Imperio inca era un estado multiétnico y algunos pueblos originarios querían independizarse. El conflicto que se suscitó entre Huáscar y Atahualpa por la sucesión del Inca, debilitó la alianza indígena y brindó a los europeos la oportunidad de conquistarlos.

Poco tiempo después del primer contacto entre Huayna Capac y Pedro de Candía, el Sapa Inca y su sucesor, Nina Cuyuchi murieron a causa de una rara enfermedad3 (Se le atribuyen a la viruela traída por los europeos).
Tras la anarquía Huáscar asumió el gobierno por orden de los "orejones" (nobles) de Cuzco quienes creían que su experiencia como vice-gobernante de Cusco era suficiente para asumir el mando.2 Después de un golpe de estado fallido, Huascar preocupado por la confianza que tenía su hermano Atahualpa con los mejores generales del imperio, los "ikas", ordena a Atahualpa que se aleje de ellos, pero Atahualpa reacciona armando su ejército y declarandole la guerra. El enfrentamiento que habría durado aproximadamente tres años, finalizó con la victoria de Atahualpa. Guerra de subversión inca.

Situación de los Conquistadores
Hacia 1523, a los 47 años de edad, Francisco Pizarro estaba afincado en Panamá, ciudad de la que llegó a ser alcalde en 1522. El análisis histórico se inclina a creer que Pizarro poseía una fortuna modesta porque para emprender la aventura, él y Diego de Almagro, tuvieon que asociarse con un cura influyente, Hernando de Luque, que a la sazón era cura de Panamá. Villanueva habla de un cuarto "socio oculto": el licenciado Espinoza, que no quiso figurar públicamente, pero que fue el financiero de las expediciones. Ello debió ser así, por cuanto nunca uno sólo de los socios decidía de manera unilateral las acciones. Sólo Francisco Pizarro, iniciada la conquista física del Perú, tomó decisiones de campaña o sobre acciones militares y administrativas, prerrogativas de su cargo de Gobernador de Nueva Castilla.

En 1524 Pizarro se asoció con Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque para conquistar "El Birú" (palabra que después se convertiría en Perú), repartiéndose las responsabilidades de la expedición. Pizarro la comandaría, Almagro se encargaría del abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las finanzas y de la provisión de ayuda. A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años de viajes hacia el sur afrontando toda clase de incomodidades y calamidades, llegaron a la isla del Gallo cansados y extasiados. El descontento entre los soldados era muy grande, llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado. Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante, sin embargo la mayoría de sus huestes quieren desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición descubridora.
Tan solo cruzaron la línea trece hombres. Los "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla del Gallo", fueron: Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de Candía, Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso Molina, Martín Paz, Cristóbal de Peralta, Elias Ascoy Angulo, Domingo de Soraluce y Juan de la Torre y Díaz Chacón.
Sobre la escena que se vivió en la Isla del Gallo, luego que Juan Tafur le trasmitiera la orden del gobernador Pedro de los Ríos, cuenta el historiador José Antonio del Busto:

"El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena:
Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere.
Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, "no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada". Sus nombres han quedado en la Historia".
José Antonio del Busto
Pizarro y los Trece de la Fama esperaron en la isla del Gallo cinco meses por los refuerzos, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la Isla de la Gorgona, hambrientos y acosados por los indios. Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur.
Pizarro no fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú. Dos años antes, en 1522, Pascual de Andagoya fue el primero en tratar de efectuar esa aventura: su expedición terminó en un estrepitoso fracaso. Las noticias de la existencia de "Birú" y de sus enormes riquezas en oro y plata, debió influir en el ánimo de tales aventureros y podría haber aportado el ingrediente decisivo para preparar la expedición no sólo de Pizarro sino de Andagoya. Por tal razón, Pizarro, Almagro y Luque se lanzaron a la aventura.

La conquista (tercer viaje)

Primera fase
En 1531, las tropas de Pizarro se separaron en dos; Pizarro en Coaque se dirigió hacia Puná (en el Golfo de Guayaquil) En Puná, los españoles recibieron regalos e instrumentos musicales por parte del curaca punaneño. Más tarde dicho curaca y los punaneños se rebelaron por los abusos que cometían los españoles.6
Los punaneños tuvieron que enfrentarse no sólo a españoles sino también a Tumbesinos, aliados de los españoles por viejos resentimientos de guerra hacia los isleños de Puná.
Más tarde los españoles fueron víctimas de traiciones y conspiraciones por parte de sus aliados tumbesinos; En una ocasión los tumbesinos abandonaron en una de sus balsas en medio del mar a tres españoles.

Segunda fase
Hernando de Soto con su tropa persiguió a los tumbesinos levantados durante toda la noche y en la mañana: cayeron sobre sus campamentos, sorprendiéndolos y matándolos, apoderándose de los campamentos. Al día siguiente continuó la persecución. El cacique Quilimasa con las debidas garantías para su vida, se presentó ante Hernando de Soto, quien lo llevó donde el Gobernador. De la conversación con Quilimasa, se entera que otros caciques más importantes habían ordenado la muerte de los españoles.
Otra conversación importante fue la que sostuvo Pizarro con un principal venido del interior. Al respecto Pedro Pizarro, dice: "...pues preguntando al indio qué era el dijo que era un pueblo grande donde residía el Señor de todos ellos, y que había mucha tierra poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas chapeadas con planchas de oro; y cierto el indio dijo verdad, y menos de lo que había..."; les informó también sobre valles más fértiles. Además de lo anterior, informó a Pizarro sobre la situación del Imperio. Todos estos informes entusiasmaron a Pizarro, quien decidió continuar con la conquista.
En vista que no encontraron a los indios que perseguían y que los poblados tumbesinos habían sido arrasados por los Punás, Pizarro decide continuar dejando en ella a su teniente y abandonarla en dos etapas. La vanguardia a su mando, acompañada por Hernando de Soto, partió hacia Poechos. La retaguardia, al mando de Hernando Pizarro, salió de Túmbez tiempo después, porque en sus filas había enfermos: se les ordenó que siguieran a la vanguardia.

La fundación de San Miguel
En Poechos, Pizarro tiene noticias de Atahualpa, que se estaba desplazando de Quito a Cajamarca. Además, tuvo detalles de la guerra que sostenía con Huáscar Inca Yupanqui. Decide enviar a Hernando de Soto a Caxas, con la finalidad de recopilar información sobre Atahualpa. Hernando de Soto se tomó un tiempo en esto, lo que causó la preocupación de Francisco Pizarro. En tanto se une la retaguardia de conquistadores que venían con Hernando Pizarro. En este tiempo se habían levantado los indios de Chira y Tangarala (Tangarará), obligando a los españoles de Hernando de Soto, a atrincherarse en la huaca Chira, enviando por ayuda a una parte de españoles donde Pizarro.
Francisco Pizarro deja a Hernando Pizarro en Poechos, y se dirige a la huaca Chira para auxiliar a sus compañeros de aventuras. Allí castigó severamente a los curacas: "Trece curacas fueron muertos a garrote y quemados sus cuerpos". Según la cosmovisión indígena, el ser quemados los anulaba para la vida después de la muerte, ya que creían que la muerte era un tránsito entre ésta y la otra vida, necesitaban sus cuerpos para ello; el fuego destruía ese cuerpo.
Luego de apaciguar a Chira, se dirige a Tangarala (Tangarará), en donde funda la Villa de San Miguel, el 15 de agosto de 1532. Fue la primera ciudad española fundada en el Perú. Luego pasó a Piura, territorio de los tallanes. En esta ciudad, Francisco Pizarro hace el primer reparto de tierras e indios entre los españoles que quisieron afincarse en ella. Este primer reparto incluyó además de Piura, Túmbez (Tumbes). Pedro Pizarro, que había quedado con su hermano Hernando en Poechos, describe la presencia de un noble inca entre los curacas de Poechos, quien estaba allí para espiar a los españoles: "Y llegado que fue a Caxamalca donde Atabalipa estaba, le dijo que eran unos ladrones barbudos que habían salido de la mar, que venían caballeros en unos carneros como los del Collao, que son los mayores que hay en esta tierra". Así Pizarro tiene por primera vez noticia de Atahualpa, de la guerra civil que enfrentaba a los hermanos y del triunfo de los generales atahualpanos sobre Huáscar, que había sido capturado.

Viaje de Piura a Cajamarca 
Antes de entrar a la sierra, Francisco Pizarro tomó una serie de precauciones, que según Villanueva, fueron:
1. Que su hermano Juan Pizarro, con cincuenta de a caballo, se instalase en Piura, alerta ante las huestes de Atabalipa, haciendo gran actividad de espionaje;
2. Y que, con las demás gente su hermano Hernando Pizarro se instalara en Tangarala;
3. El repartimiento de Túmbez, que era el más ambicionado, lo entregó a Hernando de Soto, cumpliendo la promesa que le hiciera a Hernando Ponce de León cuando le fletó dos navíos en Panamá;
4. En Tangarala puso como su teniente gobernador a Antonio Navarro, contador del rey de España;
5. Además, dejó en Tangarala a cincuenta y cinco vecinos españoles, que se quedaron a poblarla

Luego de dictar las disposiciones anteriores y de reforzar su retaguardia, se dirige a Cajamarca por el Cápac Ñam (Camino Inca de la sierra), en donde sabía se encontraba Atahualpa. Jerez dice que Pizarro salió de San Miguel de Piura el 24 de septiembre de 1532 con "sesenta y dos de caballo y ciento dos de pie". Camino a Cajamarca, un noble orejón se entrevista con Pizarro para hacerle saber que el Inca "tiene la voluntad de ser su amigo, y esperalle en paz en Caxamarca". Luego de esto el indio retornó a Cajamarca a informar a Atahualpa y a entregarle los regalos que envió con él Francisco Pizarro y para decirle "que se apresuraría en llegar a Caxamarca y ser amigo del Inca"". Para no ser hostigado por ambos bandos de la confrontación intestina, Pizarro pregonaba que era partidario de Huáscar Inca Yupanqui y al Apoo, le decía que venía a apoyar a Atahualpa.
Las tropas de Atahualpa acababan de derrotar a las de su hermano Huáscar en Huanacopampa, el cual había sido hecho prisionero. Según María Rostworowski, "El consenso de cronistas de acuerdo en señalar las crueldades ordenadas contra los deudos, mujeres e hijos de Huáscar. Todos fueron ahorcados y se persiguió en las casas de los difuntos Incas a los que habían pertenecido al linaje de Huáscar. El mayor ensañamiento se cumplió con los miembros de la panaca de Tupac Yupanqui, matando a todos los miembros que se pudieron hallar" ("Historia del Tahuantinsuyu"). Mientras esta represión tenía lugar, Atahualpa permanecía en Huamachuco festejando los triunfos de sus generales y se preparaba para dirigirse a Cajamarca. En esto llegaron mensajeros enviados por los curacas de Payta y de Tumbes avisando de la llegada de unos extraños personajes que habitaban unas casas flotantes y montaban unos enormes animales. Quizá por curiosidad, Atahualpa retrasó su marcha a Cajamarca para ver a los recién llegados y dio a sus generales la orden de ir a Cajamarca con Huáscar, lugar donde se reuniría con ellos.
En la llacta de Cinto, el curaca informó a Pizarro de que Atahualpa había estado en Huamachuco y de que se dirigía a Cajamarca con cincuenta mil hombres de guerra. Continuando su camino hacia Cajamarca, los españoles llegaron a una bifurcación del camino. Uno de ellos llevaba a Chincha y el otro a Cajamarca. Muchos españoles opinaban que sería mejor ir a Chincha y evitar el enfrentamiento con Atahualpa por el momento. Sin embargo, Pizarro decide ir a Cajamarca, por varias razones que explica Villanueva Sotomayor:

Captura de Atahualpa
El Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Estete aseguran que los españoles encontraron en Cajamarca "gente popular y algunos de la gente de guerra" de Atahualpa. Además, que fueron muy bien recibidos. Otros cronistas, como Jerez, aseguran que los españoles no encontraron gente en la llacta. Herrera dice que "sólo se veían en un extremo de la plaza unas mujeres que lloraban la suerte que el destino reservaba a los españoles que habían provocado la cólera del Emperador indio" ("Hechos de los castellanos, Década V").
Cuando Pizarro entró en Cajamarca, Atahualpa se encontraba a media legua del asiento, en los Baños del Inca, donde había asentado su real, "con cuarenta mil indios de guerra" (Pedro Pizarro). Entrados en Cajamarca y antes de apearse, Francisco Pizarro envió a Hernando de Soto con cinco o seis y un intérprete donde Atahualpa, para que le diga "que él venía de parte de Dios y del Rey a los predicar y tenerlos por amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que viniese a ver con él".
Parece ser que el recibimiento del Inca a Hernando de Soto fue más bien seco, pero envió una embajada para decirles que "podían quedarse en la llacta de Cajamarca, que él no podía ir porque estaba terminando su ayuno".
El Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales se apostasen en las afueras de Cajamarca, para atrapar y amarrar a los españoles: estaba seguro que al ver tanta gente, los españoles huirían. Los españoles por su parte, pasaron en vela la noche por las noticias de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, sobre la cantidad de gente que habían visto. Y por el hecho que no sabían cómo atacaban los indios de guerra al no haber peleado nunca contra ellos. Por su parte, Francisco Pizarro que sí tenía experiencia, por los largos relatos que le hacía Hernán Cortés sobre la conquista de los aztecas, tenía en mente aplicar el mismo método que el empleado en México por Cortés.

Tercera fase
Después de la captura de Atahualpa, se inició el saqueo del real del Inca en los Baños del Inca. El soldado cronista Estete, dice: "... todas esas cosas de tiendas y ropas de lana y algodón eran en tan gran cantidad que a mi parecer fueran menester muchos navíos en que cupieran". Otro cronista dice: "...el oro y la plata y otras cosas de valor se recogió todo y se llevó a Cajamarca y se puso en poder del Tesorero de Su Majestad". Jerez nos dice del saqueo: "el oro y plata en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños, y cántaros y ollas o braseros y copones grandes y otras piezas diversas. Atabalipa dijo que todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que habían huido habían llevado otra mucha cantidad". Fue el primer botín de importancia que tomaron los españoles. Villanueva Sotomayor dice al respecto: "Se valoró ese primer tesoro de los incas en "ochenta mil pesos de oro y siete mil marcos de plata y catorce esmeraldas"". A su vez, Francisco López de Gomara señala que "ningún soldado se enriqueció tanto en tan poco tiempo y sin riesgo" aunque agrega "nunca se jugó de esa manera, pues hubo muchos que perdieron su parte a los dados".

El Rescate 
Estando en prisión Atahualpa, venían los curacas a visitarle trayéndole obsequios, en oro y plata. El Inca se dio cuenta entonces de que el oro y la plata tenía para los españoles otro valor, diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y convenció que la única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata. Y así lo hizo. Le propuso a Francisco Pizarro: "te daría de oro una sala" que tiene 22 pies de largo y diecisiete de ancho, llena hasta una raya blanca que está en la mitad del alto de la sala; y dijo que hasta allí henchiría la sala con diversas piezas de oro, cántaros, ollas y tejuelos, y otras piezas, y que de plata daría todo aquél bohío dos veces lleno, y lo cumplirè dentro de dos meses" (El Perú en los tiempos modernos). La propuesta hizo estremecer de codicia a los españoles, y Pizarro se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta ante escribano. Atahualpa le informó además del Templo de Pachacámac y de sus riquezas, que se encontraba a "diez jornadas al sur".
Pizarro comenzó a tomar una serie de providencias; reforzó la seguridad de Cajamarca, con obras civiles, en las cuales trabajaron "muchos indios huascaristas". El primer cargamento de oro ofrecido por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del Inca, "trájole unas hermanas y mujeres de Atabaliba, y trajo muchas vasillas de oro; cántaros y ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que como es tan larga la jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar tan aína; que cada día entrará más oro y plata de los que quedan más atrás". "Y así, entran algunos días veinte mil, y otras veces treinta mil, y otras cincuenta, y otras sesenta mil pesos de oro en cántaros y ollas grandes de tres arrobas y de a dos, y cántaros y ollas grandes de plata y otras muchas vasijas". Pizarro iba acumulando esas piezas en uno de los aposentos donde estaba Atahualpa, "hasta que cumpla su promesa".

Llega Almagro
Estando en Cajamarca Pizarro, arribaron al puerto de Manabí (actual Ecuador) seis navíos. El 20 de enero de 1533, Pizarro recibió mensajeros enviados desde San Miguel de Piura, avisándole tal arribo. Tres de las naves mayores arribaron de Panamá, al mando de Diego de Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas llegaron de Nicaragua, con 30 hombres más. En total desembarcaron, además, 84 caballos. El cacique de Túmbez entró en rebeldía, más no levantó a su gente.
Esta tercera etapa de la conquista fue más de consolidación del triunfo que habían tenido en la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A Francisco Pizarro debió preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del oro y la plata, sino la presión que debían estar recibiendo sus socios en Panamá y Nicaragua para el pago de los fletes y demás pertrechos. Para demostrar el éxito de su empresa y poder así reclutar más gente para la empresa, gente que por otro lado debía necesitar con suma urgencia, dada la escasez de hombres con que contaban.

Cuarta fase
El 6 de enero de 1533, Hernando Pizarro, con Francisco de Jerez, secretario del Gobernador, parten con 20 hombres a caballo, algunos de infantería y varios indios auxiliares, hacia Huamachuco, por orden de Francisco Pizarro. El 21 de enero de 1533, ingresó a Cajamarca otro cargamento de oro y plata, traídos por otro hermano de Atahualpa. Fueron “trescientas cargas de oro y plata en cántaros y ollas grandes y otras diversas piezas”. Este hermano del Inca, informó también de la existencia de otro cargamento que se encontraba en Xauxa, al mando del general Challcuchimac. En Huamacucho, los españoles calman al conquistador Pizarro, al informarle que todo se encontraba en calma, a lo que Pizarro les ordena avanzar hasta Pachacámac, ya que tenía de rehenes a los señores de este lugar, que también habían ofrecido oro y plata por su libertad.
Entre tanto, en Cajamarca, la ambición de los españoles llegaba a límites extremos, lo que obligó a Pizarro a comisionar a un hermano de Atahualpa, a los españoles Pedro Martín de Moguer y a Martín Bueno, negros esclavos y cientos de indios aliados, para que viajen al Cuzco, por el Cápac Ñam, y apresuren el envío del oro y plata de Xauxa y se informen de la situación en la capital del Imperio. Esta tropa salió de Cajamarca el 15 de febrero de 1533.
El 14 de abril de 1533, llega Diego de Almagro a Cajamarca y el 28 del mismo mes, entró otro cargamento de oro y plata a esa ciudad, procedente de Xauxa; traían “ciento siete cargas de oro y siete de plata”.
El 25 de marzo de 1533, llega a Cajamarca el grupo enviado al mando de Hernando Pizarro; habían recorrido Huamachuco, el Callejón de Huaylas, Pachacámac, Xauxa, las pampas de Junín y el Callejón de Conchucos. De Pachacámac, traían “veintisiete cargas de oro y dos mil de plata” y un rehén importante: el general Challcuchimac, apresado en Jauja.
El 13 de mayo de 1533, la presión de los españoles, por el reparto del botín de guerra era tal, que obligó a Pizarro a empezar la fundición de las piezas de oro y plata que había en Cajamarca; además, existía el convencimiento de Francisco Pizarro, que ya se había recolectado la mayor parte del oro y plata de este reino.
Uno de los españoles, que había ido al Cuzco, informó a Pizarro que “se había tomado posesión en nombre de su majestad en aquella ciudad del Cuzco”, entre otras cosas, como el número y descripción de las ciudades existentes entre Cajamarca y el Cuzco, de la cantidad de oro y plata recogidas, entre otras cosas. Quizá un dato importante que informan a Pizarro es la presencia en el Cuzco del general Quízquiz con “treinta mil hombres de guarnición”.
El 13 de junio llega a Cajamarca el oro y plata procedentes del Cuzco y de Jauja, eran “doscientas cargas de oro y veinticinco de plata”. Días después llegaron “otras sesenta cargas de oro bajo”.
Villanueva Sotomayor, nos dice sobre Francisco Pizarro, para cuidar sus “dos tesoros” (el Inca y las riquezas de oro y plata): “El Gobernador hacía resguardar la plaza fuerte de Cajamarca con una vigilancia permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo, durante el día y gran parte de la noche. Durante las madrugadas, era de 150 de a caballo, amén de los espías, informantes y vigías de pie; indios y españoles”.

El reparto del tesoro
Se sabe que no existía moneda en el Imperio Inca, en donde se presume se usaba trueque. El Oro y la Plata poseían un valor ritual, pero no tenían ni mercado ni comercio en las culturas prehispánicas, no tenían valor comercial. [cita requerida] El valor monetario se lo añadió el transporte español al mercado de Europa.
El 18 de junio de 1533, el Gobernador Francisco Pizarro, ordenó fundir lo recaudado y se repartiese. Toda la fundición arrojó un valor español total de “un ciento y trescientos mil veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de buen oro” (1.326.539 pesos de oro). En el libro “El Perú en los tiempos modernos”, se dice al respecto: “Luego de pagar los derechos del fundidor, el quinto real para la Corona española fue de 262.259 pesos de oro de alta pureza; el fundidor al que se le pagó fue un orfebre español. Pero toda la fundición la hicieron metalistas indígenas, de acuerdo con su método. “Comúnmente se fundían cada día cincuenta o sesenta mil pesos. Esta fundición fue hecha por los indios, que hay entre ellos plateros y fundidores, que fundían con nuevas forjas”. El total de plata fundida se valorizó en 51.010 marcos. A la Corona le tocó 10.121 marcos.
Los de a caballo recibieron en total: 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de plata. Promedio individual: 9.386,60 pesos de oro y 396,90 marcos de plata. Los de infantería recibieron en total: 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata. Promedio individual: 3.438 pesos de oro y 143,4 marcos de plata.
El Gobernador, según su criterio, premió a unos con más y a otros les quitó algo. También entregó unos 15.000 pesos de oro a los vecinos que quedaron en San Miguel. A Diego de Almagro y sus huestes les repartió de acuerdo con su criterio. Les dio 20.000 pesos de oro para que se repartan entre todos ellos. Pos supuesto, recibieron mucho menos que los caballeros e infantes que intervinieron directamente en la captura de Atahualpa.
Almagro había pedido que a él y a sus compañeros les tocase la mitad que a los de Cajamarca. Como no se pusieron de acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se distanciasen más, arrastrando en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el mando de cada uno de ellos. Los que en Cajamarca se beneficiaron del repartimiento fueron el cura Valverde, 65 de a caballo y 105 de infantería. En total: 171 conquistadores. Según Pablo Macera:

Ejecucion de Atahualpa 
Nunca estuvo en la mente del Gobernador Francisco Pizarro, respetar la vida del Inca. Para continuar con su estrategia, inventó rebeliones de los leales a Atahualpa, responsabilizándolo de actos de traición.
Luego el Gobernador, con acuerdo de los oficiales de su majestad y de los capitanes y personas de experiencia, sentenció a muerte a Atabaliba, y mandó por su sentencia, por la traición por él cometida, que muriese quemado si no se tornase cristiano…, Atabaliba dijo que quería ser cristiano…, y bautizóle el muy reverendo padre Fray Vicente de Valverde…”.
Le pusieron de nombre Francisco y no de Juan, como muchos han asegurado. Juan de Santa Cruz Pachacuti, sostiene en tiempos de Vaca de Castro, que el Inca fue muerto por garrote; “… se le dio una vuelta al cuello con un cordel y de ese modo fue ahogado”, nos dice Sancho de la Hoz. Por su parte Jerez, dice: “…a la hora que fue preso y desbaratado”.
La sentencia a muerte, fue dada el viernes 25 de julio de 1533 y al día siguiente sábado 26 de julio de 1533, fue muerto en la plaza de Cajamarca. Hay cierta discusión sobre las fechas. Franklin Peace, de un documento del Archivo de Indias, encontrado en Sevilla, por él, dice:
Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de los dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos en piezas labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y manifestóles después de la muerte de dicho Atahualpa cinco días”.

Quinta fase
A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio, con la toma de la isla de la Puná, Tumbes, haber fundado una ciudad en San Miguel de Piura, haber tomado la plaza fuerte de Cajamarca, tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado al Inca y tener de apoyo a muchos indios huascaristas y etnias esperanzadas en ser liberadas del yugo Inca, los españoles aún no habían consolidado la conquista. Antes de dirigirse a Xauxa, Pizarro envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar al primer navío de entrase procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado, deberían reunirse con él en Xauxa. En Xauxa, Pizarro realiza otra fundición de oro y su respectivo reparto, con las piezas llegadas a Cajamarca antes de la salida de los españoles de la misma.
Los españoles salieron de Cajamarca “un lunes por la mañana”. En el camino, se enteran del asesinato de Guaritico, que era hermano de Atahualpa y de Túpac Huallpa (Toparpa), éste era colaboracionista de los españoles y había salido antes que Pizarro de Cajamarca y formaba su vanguardia en el viaje al Cusco. Lo anterior prueba lo que se viene diciendo, que los españoles, a su desembarco en el Perú, ya tenían ganado a parte del Imperio, que los ayudó; ello se debió, no a las simpatías que pudieron haber generado ellos, sino, simplemente, a que muchos en el Imperio, ya estaban descontentos de la pesada opresión Inca. Llegaron a Huamachuco y luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro envía una avanzada al mando de Diego de Almagro, luego se encuentran en Huaylas, donde quedan por ocho días.
Continúan su viaje al sur por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz, Recuay, Chiquián y llegan a Cajatambo. Ahí, Pizarro refuerza su vanguardia y retaguardia, ante el temor de levantamientos y ataques de los naturales, leales a Challcuchimac, que venía con él y porque las llactas por donde pasaban, siempre estaban abandonadas. En este camino, Francisco Pizarro se entera por informantes, que los generales atahualpistas Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de guerra en Pumpu (Bombón). A partir de entonces quedaron incomunicados, el remedo de Sapa Inca, Túpac Huallpa y Challcuchimac. El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de esa rebelión era porque ellos “querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los españoles y querían gobernarla ellos”.
Tomando el camino de Oyón, se enteran que a cinco leguas de Xauxa había gente de guerra para destruirla y para que los españoles no encontraran nada. Llegaron a Tarma, sin encontrar resistencia. En esta llacta, pasaron la noche. Al amanecer reemprendieron la marcha hacia Xauxa. A dos leguas de Xauxa, Pizarro divide su ejército. Cerca, se da cuenta que la llacta está íntegra y no sólo eso, sino que tuvieron un recibimiento cordial, “celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les tenía gente extranjera”. Entrando a Xauxa, encuentran levantado al general Yukra Huallpa, dejado ahí por Challcuchimac, antes de su captura, El enfrentamiento fue una atróz matanza de indios; los españoles con sus armas, perros dogos e indios auxiliares, emboscaron a las tropas de Yukra Huallpa, haciendo una matanza; como dicha tropa fuera dejada por Challcuchimac, eran partidarios de Atahualpa. Esta tropa inca, había sido enviada por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Xauxa y en permanente contacto con el ejército de Quízquiz, que se hallaba en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envía una tropa a hacerles frente, más los incas los hacen retroceder. Pizarro ante esto pretende atacar por sorpresa a la tropa inca; pero es engañado y cuando quiere continuar hacia el Cusco, se da cuenta que los puentes estratégicos, habían sido cortados.
Francisco Pizarro, funda la ciudad de Jauja, muy cerca de la Xauxa inca, deja en ella a 80 españoles, al tesorero de Su Majestad y a un lugarteniente como su representante. En esta ciudad muere misteriosamente Túpac Huallpa.

Los españoles en el Cuzco
No cabe duda que el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al tomarla los españoles, mermó significativamente la resistencia inca, no sólo porque allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad...
Los españoles también dieron suelta a su codicia de metales preciosos en él, saqueándolo, especialmente el Coricancha, los palacios imperiales y otros aposentos señoriales. Este oro y plata fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de "buen oro". El quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 215.000 marcos: 170.000 "eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.
El 23 de marzo de 1534, Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad del Cuzco con el título de La Muy Noble y Gran Ciudad de Cuzco. Se hizo el acta de fundación y se repartió entre los españoles solares, tierras e indios. Como en toda ciudad española, se escogió la Plaza Mayor, el sitio de la iglesia y se instalaron los primeros vecinos españoles del Cusco. Bajo el pretexto de "los enseñaran y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica", se entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos. Pizarro favoreció a sus amigos; en el Cusco el reparto de solares, tierras e indios. Ello disminuyó la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los resentimientos entre ellos.